miércoles, 2 de septiembre de 2009

El llano de Huéscar

Siguiendo la política de no coger el coche para salir a conocer el término, hemos salido (siempre con los perros acompañado) a dar una vuelta por el llano de Huéscar, que supongo que en dicha población a estos mismos llanos les llamarán de Orce, desde los caños y en tres horas y media he recorrido gran parte de esta zona más que peculiar.
Tomando los caños como última fuente de agua potable he dirigido mis pasos hacia el cementerio, si ya se que la "arma" también es potable, pero entre la depuradora y los residuos que quedan de épocas pasadas cuando no existía el tratamiento de las aguas fecales, no es que de muy buen royo el nacimiento.
Pasado el camposanto y dejando atrás el camino del salar, empiezo a zigzaguear de subida y en uno de esos momentos de parón miro a mi espalda y contemplo la vista de Orce desde este lugar. El castillo, la iglesia el núcleo de casas y como horizonte impasible la sierra.


Poco a poco asciendo por un camino que aunque no sube de una manera muy perceptible gana altura y pierde vistas generales ya que se adentra entre cortados y quebradas que me transportan a paisajes lejanos. Si me trajeran a este lugar con los ojos tapados y me los descubrieran, bien podría decir que en cualquier momento saldrían indios del oeste americano a por mi cabellera.


Lo único que salen, o como se nombra por estos lares saltan, son perdices. En grupos de diez o doce emprenden un vuelo bajo que las aleja del alcance de mis dos canes que han salido corriendo detrás de ellas. Precisamente los perros son los primeros que se quejan cuando llegamos a la cueva de Don Pablo y no ven saciada la sed generada después de la carrera tras las aves y es que queda mucho todavía antes de encontrar el líquido elemento.
Pasada la cueva el camino deja de ratonear entre cortados y empieza a llanear. Las vistas, impresionantes. Hacia el norte la Sagra y las ramificaciones hacia la Puebla y Castril, hacia el sur toda la sierra de Orce, la de María, la de Baza y muy al fondo casi por intuición la magnífica Sierra Nevada.
Resulta impresionante la inmensa superficie que se presenta a mis pies, llana y casi únicamente de campos de cultivos si no fuera por los almendros y los campos de pinos subvencionados. En estos pinos ya sólo uno de los perros sale corriendo y en uno de los saltos de camino a la salvación veo que el motivo de dicha carrera es una gran liebre.

Además de conocer esta zona del término el recorrido tiene dos objetivos, el primero lo tengo bajo mis pies. Una infraestructura inacabada que en forma de carretera hubiera unido Huéscar y Orce por el llano y hubiera acortado considerablemente el tiempo de unión entre las poblaciones y aunque datada en la segunda década del siglo XX, dicha carretera nunca se puso en funcionamiento. Ahora me sirve para, en linea recta, atravesar este paisaje monótono pero cautivador. Lo único que veo en la inmensidad es un tractor a lo lejos, un ultraligero sobre mi testa y campos de tierras rojizas de barbecho o rastrojos. Cuesta imaginar para una persona nacida en la época de la desinformación como antaño, se juntaban cuadrillas de trabajadores en cada uno de estas porciones de tierra para realizar de sol a sol y manualmente las labores que necesitara la tierra y más me cuesta imaginarme haciendo esas labores y es que como decía mi abuelo "estos zagales no aguantan ná".
Se acaba el llano, otra vez el terreno desciende y es que después de estar sobre los 980msnm, doy vistas a Huéscar y como buen pueblo cerca de ríos que se precie se encuentra en un hoyo.

Recuerdo las veces que mi padre me ha comentado la buena señal que suponía el cerro del tonto para orientarse en el camino a Huéscar y ahora compruebo que realmente lo es.
Tengo a la vista la segunada de las infraestructuras que quería visitar, el canal de San Clemente.
Serpenteante este canal viene a regar la vega de Huéscar desde el pueblo homónimo y a sustituir otro gran proyecto de la república y como la carretera anteriormente pateada no llegó a inaugurarse nunca. Me sirve el recorrido del canal para retroceder hacia la vega de Orce y aumentar el ritmo del paseo por lo bueno del firme (asfalto) y su trazado casi sin desnivel.
No apreciaría el desnivel si no fuera por las últimas lluvias, me explico, a medida que el canal avanza va descendiendo pero a un ritmo que roza el 2% característica casi inapreciable si no fuera porque en el fondo del canal vacio se empieza a ver barro, seguidamente charcos, que se convierten con la distancia en un palmo, dos tres.....de agua.
Los perros hacia tiempo que gemían de sed y también habían visto el agua que aumentaba, llegado el momento en que consideraron que la profundidad era suficiente uno de ellos se lanza al canal. El otro más cauto se acerca, duda, calcula y resbala, los dos dentro.
Hasta el final del canal una distancia considerable que recorren primero chapoteando y al final nadando con más de metro y medio de agua. Intencionadamente cegada está la boca del canal y así se aprovechan las lluvias y las aguas que lleguen del trasvase para abrevar el ganado.

Desde aquí bajo por el camino hacia el molino de la torre conecto en la vega con el camino dirección cortijo de Don Bruno y cruzo la vega para salir a la fuente de la zarza y por la cuesta hasta los pollos del chorreador. Como dije al principio tres horas de paisajes y sensaciones muy particulares.

lunes, 31 de agosto de 2009

Hoy he decidido no coger ningún vehículo motorizado y armado de mi mochila, cantimplora, la ropa necesaria para moverme con facilidad por el terreno y mis inseparables perros, he pensado recorrer el campillo.
Partiendo de la gasolinera, el final de la rambla del barrio de San Marcos ofrece una perspectiva poco vista de Orce y es que en general cuando sales a andar, no se suele mirar atrás si no más bien sólo al objetivo marcado como destino.
Y ¿cual es mi destino? ¿en la vida? no es el momento de reflexiones filosóficas, ¿para donde tiro?. Hacia Cola y después el camino del bosque y después...

Ya en el camino del bosque pasando el cortijo de Cola y más adelante el camino de la Tejera he visto la antena que está midiendo las direcciones y velocidades de los vientos al lado del cerro de la Tejera y me he propuesto verla de cerca.
Desviándome entre almendros del camino del Bosque he ascendido rápido y aunque no he llegado a la base de la torre mencionada antes me ha recompensado la vista de la olla que queda detrás del cerro gordo y entre el bosque y los Tornajos (según diccionario Hornajos).
Desde aquí se divisan los cortijos que antaño daban vida a esta zona y que para la cruz de mayo se convertian en centro de peregrinación hacia el cerro de la cruz. Novallas, Salsipuedes, el reformado Los Aros, Misindo o Muñoz reflejo de la actividad de esta zona en tiempos pasados.
Una vez en la cumbre ( cerca de los 1300 msnm) descenso buscando el camino que me conduzca otra vez al campillo, por cierto, menuda la vista que se observa hacia el norte de todos los llanos y la omnipresente Sagra al fondo.

Mi búsqueda es el camino que comunica la tejera con los anteriores cortijos mencionados, sobretodo, por la presencia en la Tejera del líquido elemento que la cantimplora hace rato que mengua por debajo de la mitad. Muy deteriorado por el paso del tiempo y por el no paso de vehículos sigo este camino hasta el cortijo. Los perros beben agua yo repongo el depósito y hacia Orce.
Atravesando el campillo y dirección hacia los calderones se da uno cuenta de la magnitud de la nube ( dícese del fenómeno atmosférico también llamado tormenta) de principios de agosto, diferentes indicios explican la potencia de la naturaleza, caminos limpios de tierra, piedras arrastradas y amontonadas en las lindes, suertes marcadas por las corrientes efímeras dejando tras de si lechos secos, vegetación tumbada por la corriente... soy de los que piensa que el agua siempre deja más que se lleva, claro que se lleva el trabajo en forma de infraestructura realizada por el hombre pero resulta muy bonito ver que en medio de un campillo con colores de verano tardio , donde el agua consiguió detener su camino, empapar la tierra y encontrar semillas dejadas por las modernas maquinarias, la naturaleza sigue su ritmo y rebrota dando un tono de excepcionalidad al verde nuevo de los brotes de cereal.
Sólo queda llegar, de los calderones hacia Orce por el barranco, después las cuevas, el muro y de nuevo la gasolinera, punto de partida y llegada del paseo.

sábado, 15 de agosto de 2009


Para los que viven, para los que vivieron, para los que pasan, para los que se quedaron, para los que vienen, para los que van, para los que repiten, para los que no volverán. Los paisajes que nos ofrece este pequeño municipio del altiplano de Granada, son inolvidables. A partir de estos momentos empezaremos a descubrirlos para el que no los haya visto nunca, los redescubriremos para los que ya los disfrutaron y para todos los admiraremos.