Siguiendo la política de no coger el coche para salir a conocer el término, hemos salido (siempre con los perros acompañado) a dar una vuelta por el llano de Huéscar, que supongo que en dicha población a estos mismos llanos les llamarán de Orce, desde los caños y en tres horas y media he recorrido gran parte de esta zona más que peculiar.
Tomando los caños como última fuente de agua potable he dirigido mis pasos hacia el cementerio, si ya se que la "arma" también es potable, pero entre la depuradora y los residuos que quedan de épocas pasadas cuando no existía el tratamiento de las aguas fecales, no es que de muy buen royo el nacimiento.
Pasado el camposanto y dejando atrás el camino del salar, empiezo a zigzaguear de subida y en uno de esos momentos de parón miro a mi espalda y contemplo la vista de Orce desde este lugar. El castillo, la iglesia el núcleo de casas y como horizonte impasible la sierra.
Poco a poco asciendo por un camino que aunque no sube de una manera muy perceptible gana altura y pierde vistas generales ya que se adentra entre cortados y quebradas que me transportan a paisajes lejanos. Si me trajeran a este lugar con los ojos tapados y me los descubrieran, bien podría decir que en cualquier momento saldrían indios del oeste americano a por mi cabellera.
Lo único que salen, o como se nombra por estos lares saltan, son perdices. En grupos de diez o doce emprenden un vuelo bajo que las aleja del alcance de mis dos canes que han salido corriendo detrás de ellas. Precisamente los perros son los primeros que se quejan cuando llegamos a la cueva de Don Pablo y no ven saciada la sed generada después de la carrera tras las aves y es que queda mucho todavía antes de encontrar el líquido elemento.
Pasada la cueva el camino deja de ratonear entre cortados y empieza a llanear. Las vistas, impresionantes. Hacia el norte la Sagra y las ramificaciones hacia la Puebla y Castril, hacia el sur toda la sierra de Orce, la de María, la de Baza y muy al fondo casi por intuición la magnífica Sierra Nevada.
Resulta impresionante la inmensa superficie que se presenta a mis pies, llana y casi únicamente de campos de cultivos si no fuera por los almendros y los campos de pinos subvencionados. En estos pinos ya sólo uno de los perros sale corriendo y en uno de los saltos de camino a la salvación veo que el motivo de dicha carrera es una gran liebre.
Además de conocer esta zona del término el recorrido tiene dos objetivos, el primero lo tengo bajo mis pies. Una infraestructura inacabada que en forma de carretera hubiera unido Huéscar y Orce por el llano y hubiera acortado considerablemente el tiempo de unión entre las poblaciones y aunque datada en la segunda década del siglo XX, dicha carretera nunca se puso en funcionamiento. Ahora me sirve para, en linea recta, atravesar este paisaje monótono pero cautivador. Lo único que veo en la inmensidad es un tractor a lo lejos, un ultraligero sobre mi testa y campos de tierras rojizas de barbecho o rastrojos. Cuesta imaginar para una persona nacida en la época de la desinformación como antaño, se juntaban cuadrillas de trabajadores en cada uno de estas porciones de tierra para realizar de sol a sol y manualmente las labores que necesitara la tierra y más me cuesta imaginarme haciendo esas labores y es que como decía mi abuelo "estos zagales no aguantan ná".
Se acaba el llano, otra vez el terreno desciende y es que después de estar sobre los 980msnm, doy vistas a Huéscar y como buen pueblo cerca de ríos que se precie se encuentra en un hoyo.
Recuerdo las veces que mi padre me ha comentado la buena señal que suponía el cerro del tonto para orientarse en el camino a Huéscar y ahora compruebo que realmente lo es.
Tengo a la vista la segunada de las infraestructuras que quería visitar, el canal de San Clemente.
Serpenteante este canal viene a regar la vega de Huéscar desde el pueblo homónimo y a sustituir otro gran proyecto de la república y como la carretera anteriormente pateada no llegó a inaugurarse nunca. Me sirve el recorrido del canal para retroceder hacia la vega de Orce y aumentar el ritmo del paseo por lo bueno del firme (asfalto) y su trazado casi sin desnivel.
No apreciaría el desnivel si no fuera por las últimas lluvias, me explico, a medida que el canal avanza va descendiendo pero a un ritmo que roza el 2% característica casi inapreciable si no fuera porque en el fondo del canal vacio se empieza a ver barro, seguidamente charcos, que se convierten con la distancia en un palmo, dos tres.....de agua.
Los perros hacia tiempo que gemían de sed y también habían visto el agua que aumentaba, llegado el momento en que consideraron que la profundidad era suficiente uno de ellos se lanza al canal. El otro más cauto se acerca, duda, calcula y resbala, los dos dentro.
Hasta el final del canal una distancia considerable que recorren primero chapoteando y al final nadando con más de metro y medio de agua. Intencionadamente cegada está la boca del canal y así se aprovechan las lluvias y las aguas que lleguen del trasvase para abrevar el ganado.
Desde aquí bajo por el camino hacia el molino de la torre conecto en la vega con el camino dirección cortijo de Don Bruno y cruzo la vega para salir a la fuente de la zarza y por la cuesta hasta los pollos del chorreador. Como dije al principio tres horas de paisajes y sensaciones muy particulares.
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