No se puede dejar pasar la primavera sin visitar el campillo. Aunque la siembra fue movida por las lluvias y aunque no ha llovido cuando tenía que llover, ver la explosión de vida que supone esta estación en el campillo es gratificante, sobre todo para los que conocemos el término con colores de verano.
Y es que aunque la visita era para recoger los restos de la poda de los almendro que hace más de cuarenta años plantó mi padre, merecía la pena parar para hacer unas instantáneas que, como siempre, quedan cortas frente a la belleza del momento vivido.
paa ser mas exactos están sembrados en 1966.
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